A pedido del público... MUSE - Gran Rex, 23 de julio de 2008

Vengo de unas semanas agobiantes. Volver a trabajar después de 2 meses de licencia, demasiado estudio... Pero el miércoles... Oh, el miércoles... Vale la pena vivir por una hora y media como la que pasé ante una de las mejores bandas de rock del fuckin' planeta

Ya saben

MUSE!

Llegamos no tan temprano, porque al ser teatro no es como cuando uno va, digamos, al Club Ciudad. En un teatro uno tiene su butaca numerada, "su" lugar. Y eso hace que nos permitamos ir a tomar algo, llegar a la puerta del teatro 9.10 para que, cuando la banda arranque puntualmente a las 9.30, uno esté ya desgarrándose la ropa pidiendo POR FAVOR que salgan a tocar.

Ahí estoy yo, en un lugar al que había ido sólo 1 vez -a ver a la leyenda Mr. Lou Reed-, pero acompañada de Fran (for the record: Fran & yo nos conocimos gracias a Muse, así que la carga emocional se vaía multiplicada al infinito).

Se apagan las luces y empieza a sonar la Intro de Romeo & Juliet, la misma que abre H.A.A.R.P. El escenario es el mismo que en H.A.A.R.P., pero en dimensión reducida. Lo que quiero decir con esto es que los tipos, por más que fuera una gira por Sudamérica, culis mundis por excelencia, trajeron todos los chiches, incluyendo globos para el final y mangueras que dispararon chorros de humo en dos ocasiones.

Arranca con Map of the Problematique, con fondo azul en la pantalla (Leti y los azules, para quien no lo sabe, se llevan de maravillas). Pienso: "esto suena muy bajo". Y entiendo: ver rock en teatros es diametralmente diferente -por no decir opuesto- a verlo en estadio, o incluso el Luna Park.

No importa, suena del carajo. Muse no puede, aunque quiera, sonar de otra manera.

La banda es todo lo que esperamos y más. Lástima la audiencia. Más allá de lo que hayan escrito los "medios especializados" (que, imagino, no los están esperando desde hace 8 años, como una servidora), la gente era distinta. Dijo Fran que era como la letra de Los Redondos: "un público tan respetable". Y tiene razón. A semejante masa de potencia como es la viola de Matt, o la base de Chris y Dominic Howard, HAY que responderle con pasión, revolear la remera y sacarse la cabeza. Pero no. En el pullman, la gente sentadita, quieta, moviendo la cabeza como si de unaaudiencia japonesa se tratara.

A mí me importó un soberano carajo y ante cada empellón de adrenalina saltaba de la silla, revoleaba la remera y cantaba a grito pelado.

Después un hit para los recién llegados a la banda, Supermassive Black Hole. Dear Star, y el flashazo de NEW BORN, que me hizo poner cada pelo del cuerpo en punta. La espina dorsal atravesada por un aerolito (?), estallando en mi corazón y en mi cerebro.

Le sigue esa andanada hermosa que es B&H, y otro hitazo de los viejos tiempos: Feeling Good, con Matt en el piano, megáfono y todo.

Y ahí nomás, pegadito, mi derrape emocional que es Sunburn. Lloré como no lloraba con una canción hace tiempo. Esa canción me parte en dos, en 10, en mil pedazos. Para cuánto será la emoción que hace mucho ya escribí un cuento que se llama "Quemándose como el sol". Ya son otros tiempos, otras luces me alumbran, pero uno no olvida lo que fue, lo que costó llegar a ser lo que se es hoy. Canciones como Sunburn (como Present Tense, como Down in a Hole o Roses in the Hospital) están marcadas a fuego en mí para siempre.

Sigue esa oda a LedZep que usan de separador en vivo (cada tanto aparece) y coreo el colo de viola. Nadie más lo hace. Y me siento feliz.

Y ahí nomás, un tema que no era de mis preferidos hasta esa noche. Invincible no era un tema de esos que pongo en repeat hasta el cansancio. La versión en vivo me hizo cambiar de parecer.

Y como para no dar lugar a dudas de que el repertorio era a pedido persona, explota Hysteria y exploto. Mi canción emblema de los últimos tiempos se hace material frente a mí en una noche de julio que en el teatro no es ni fría ni cálida, pero se me estampa como un fierro caliente en la piel.

Pasa Starlight, linda canción, para que llegue otro cimbronazo, Time is Running Out. Y otro, Stockholm Syndrome. Baja la cosa con Soldier's Poem, con Matt solito su alma al piano con el reflector engulléndolo. Previo a esto, el batero había pedido que "enciendan sus encendedores o celulares". Es raro que haya celulares en vez de encendedores, pensé, mientras sacaba mi mini-bic y lo hacía a la vieja usanza...

No me acuerdo si acá o antes de Soldier's estuvo el parate. La cuestión es que estaba dando por perdido uno de mis temas preferidos, y al toque arraca Plug in Baby. Eso fue lo más cercano a un estallido de público en la noche. Algunos más osados se pararon y movieron los brazos, yo saltaba descrontrolada y me rompía las rodillas contra el respaldo de adelante. Otra mala razón para rockear en teatros. La mo-vi-li-dad queda reducida al mínimo.

Y el cierre, épico, mortal, estridente, maravilloso con Knights of Cydonia. Un flash por lo que implica -era la banda de sonido del trailer de 300- y otro porque se sabe que es el cierre. Pero no importa. La noche cierra como empieza, cargada de adrenalina y de ganas por saber cuál es el próximo paso que puede dar semejante banda.

Dejo foto -de Rollingstone.com.ar- y un video de lo más decente que encontré (el cierre: prestar atención a la pantalla de fondo).

Sigo flasheando.

Coment dedicado a Javi: si no me pinchabas, no me sentaba a escribir esta experiencia, no al menos cuando todavía está tan fresca. Thanx).